sábado, 20 de septiembre de 2008

Amor, amores y amadas

Poco o nada me imaginaba que iba a enamorarme de Alexandra. Era un sábado cualquiera de un febrero cualquiera, ahora parece un sueño lleno de bruma. Lo poco que recuerdo de esos días fue ver a una chica de cabello negro y mirada rígida, como de aquel que no ha podido llorar. Por esos días escribí "di una clase de teatro en donde me ayudó una bella chica e incluso intercambiamos alguna que otra mirada", esa bella chica era ella.
Fue más que sencillo acercarme, simplemente era hermosa. Simplemente adorable, tenía lo que llamaría más adelante una "belleza inteligible". Nos fuimos llenando, siempre cauteloso. Por desgracia ella tenía novio y bastó para desistir mi intento. Los ensayos de aquella obra fueron geniales, los dos medio escondidos entre máscaras, barro y mesas nos poníamos a cantar. Mágico... estar con ella era mágico.
Me inspiró muchos versos.

"Lienzos que desangran mi locura..." Algo dentro del poeta lo hizo detenerse, sobresaltado distinguió que la bella mujer también lo observaba.
O al menos eso pensaba, aunque lo dudo mucho, sólo era yo el que la veía.
No sé si fueron sus labios, incluso pudo delatarla el exquisito olor que despide su cuello, pero ella había hecho el amor.
Nos dejamos de ver. Su estela dejó ilusiones, sólo eso. Pero otra vez nos volvimos a encontrar, por esos tiempos conocí a otra Alexandra, mi maestra de yoga que curiosamente también sobresalía por su belleza. Un día viéndo a la otra Alexandra me llegó un golpe traducido en esto:

Compartían no sólo esa hermosa silueta, también el suave respirar que hacía menear sus caderas, compartían además esa sensualidad que poseen las mujeres de edades inciertas, de pocas palabras y lágrimas inhibidas; compartían además el gusto por el ego... y el mismo nombre.
Tenían cuerpos exactos y talentos desmedidos, las dos habían amado.
Por alguna razón dejamos de ser compatibles, puedo decir "no sé si la he amado". Esto fue lo último que le escribí, no hay odio. Se nota como terminé por confundirme, porqué escribí esto y porqué lo comparto.

Cómo enamorar la belleza cuando ésta condiciona su existencia.
Cómo transformar un lasivo rasguño sobre el torso en una lujuriosa caricia.
Cómo desvanecer mis ganas de poseerte en esta noche sin estrellas.

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